La procrastinación (del latínpro, adelante, y crastinus, referente al futuro), postergación o posposición es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. Es un fenómeno muy particular, presente en todas las personas, aunque en distinto grado. Los expertos la definen como: “la manifiesta intención de hacer algo pero,  actuar en la dirección contraria al posponer nuestros objetivos y/o al poner en marcha conductas alternativas”.

Es posible que a corto plazo nos produzca un cierto alivio, pero  acaba comprometiendo el desempeño de tareas necesarias para el buen funcionamiento integral del individuo. Muchas personas luchan durante años por librarse del secuestro que termina configurando la conducta procrastinadora. Cualquier objetivo central se convierte en algo imposible de alcanzar.

Todos podemos procrastinar en alguna medida, el problema aparece cuando éste estilo de afrontamiento se convierte en un rasgo estable y genera malestar. Seguro que lo entenderemos mejor si lo aplicamos a algunos ejemplos:

¿Quién no se ha encontrado a sí mismo colocando durante varias horas, los apuntes, el material de trabajo y hasta la habitación, antes de sentarse “realmente” a estudiar? Esa llamada incómoda que nunca terminamos de hacer, esa cita que no concertamos con el dentista, un espacio desordenado, una dieta y algún ejercicio saludable que nunca encontramos fecha para comenzar. Hay muchos ejemplos cotidianos del famoso: ”ya lo haré”, convencidos de que no tardaremos en afrontarlo pero con escasas posibilidades de conseguirlo.

Somos capaces de auto persuadirnos de la “conveniencia” de posponer las tareas incómodas porque, por un momento, creemos haberle dado una solución, pero, ¿qué pasa cuando el bloqueo persiste? Los estudios o el trabajo pueden verse severamente afectados, el desorden, la falta de autocuidados, la sensación global de incompetencia y de pérdida de control sobre todo aquello que nos ocurre, pueden desarrollar una estructura compatible con estados ansiosos y depresivos.

Aunque nos pueda producir cierto alivio el hecho de posponer las responsabilidades, las investigaciones realizadas sobre el tema demuestran que la procrastinación se puede convertir en un hábito peligroso que se extiende a todas las áreas de nuestra vida ocasionando un deterioro en nuestro balance de logros, la pérdida de oportunidades, el coste de afrontarlas fuera de plazo, incluso la afectación de nuestra salud.

Desde la clínica el concepto de procrastinación se identifica mejor con un rasgo estable de afrontamiento muy relacionado con perfiles de autoexigencia y estilos perfeccionistas. Pacientes que son conscientes de su situación de bloqueo y refieren un malestar asociado. Lo primero que se aborda, a la hora de hacer una terapia, es el control de las variables cognitivas y el manejo de las creencias.

Observamos, entonces, como el estilo perfeccionista, aparece con protagonismo en nuestro análisis funcional, quizás un rasgo adaptativo en un contexto social tan demandante de éxitos objetivos, pero un claro factor de inadaptación cuando se extralimita. “El caos como paradoja del perfeccionismo”

Si te sientes identificado con este tipo de conductas, no dudes en consultar con un profesional de la salud, sobre todo si el hábito de este comportamiento acarrea malestar y sufrimiento.

Lic. Pablo Talice

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